sábado, 7 de enero de 2012

El primo de un amigo


Daniel Montes de Oca



Los hombres tenemos la mala costumbre de presumir nuestras relaciones de pareja (serias o pasajeras), como si se tratara de un ascenso en el trabajo, de marcar un gol en el partido del fin de semana, o de haber patentado el remedio contra la estupidez.
Una plática entre ‘caballeros’ puede resultar lo más parecido a una competencia, en la que el que más trofeos tiene o se inventa, es el más ‘respetado’. Todo depende de la convicción con la que uno relate los hechos, o de las habilidades personales para enredar a cuanta incauta se cruce en el camino.
Si la ‘colección’ es extensa, eres un dios y ‘modelo’ a seguir; sin embargo, si más bien tienes un perfil reservado o tu transitar por los caminos del amor se limita a pocas, pero imborrables experiencias, las burlas hacia tu soledad o escaso rodaje, se convierten en una constante… En uno u otro extremo, uno aprende a vivir con eso.

Como muestra, este botón…
“Es en serio, quiero invitarte a salir”, me dijo después de tres intentos en los que me resistí a creer que su petición era real. Su tono de voz a través del teléfono se tornó casi suplicante, y apenas reparé en aceptar con una sonrisa obligada.
Nos conocíamos porque fuimos compañeros de trabajo, pero nunca hubo asomo de coqueteos, y mucho menos de atracción; al menos eso pensé hasta hace unos días.
Me sentí un conquistador consolidado, aunque increíblemente no había movido un dedo para serlo. El escenario era ‘envidiable’: una frondosa mujer sin compromisos ni limitaciones se puso enfrente para llevarme de la mano a vivir las experiencias que todo ‘hombre’ sueña conseguir.
En este punto me resulta oportuno aclarar que, aunque la historia relatada está escrita en primera persona, ésta le ocurrió al ‘primo de un amigo’…
La cita se pactó y resumiré el asunto diciendo que el encuentro tuvo sonrisas, recuerdos, revelaciones, y a dos seres humanos con intereses –al menos los relacionados a una pareja–, totalmente disímiles.
No por ello la compañía dejó de tener su encanto…
Aprendí que cuando existe la apertura para conocer a alguien y uno está hábido de hallar pareja, el mayor error que se puede cometer es buscar a la madre de nuestros hijos en cada rostro femenino que nos genera cierta ilusión.
Entendí que el primer paso es abrirse; ya después pueden experimentarse todo tipo de historias, como la que le tocó al ‘primo de un amigo’…
DRMO
27 de julio de 2011

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