domingo, 4 de noviembre de 2012

Bonita pareja


Daniel Montes de Oca



“Hacen bonita pareja”, nos dijo mientras intentaba vendernos un tiempo compartido en un hotel de cinco estrellas de Huatulco.
La aseveración de la regordeta mujer nos hizo mirarnos y apenas soltar una sonrisa fingida. Estábamos llegando al ‘paraíso’ con una boda como el pretexto perfecto para olvidarnos del mundo y de nuestras vidas en la redacción de un periódico.
Sostenemos una sui géneris amistad que no cultivamos con frecuencia, pero se mantiene intacta por un amor que no se merma con la distancia.
“Ella haría bonita pareja casi con cualquiera”, reflexioné, al tiempo en que valoraba la integridad de mi acompañante, a la que incluso llamaron “señora”, asumiendo un matrimonio entre nosotros.
Nuestra parada fue en la Bahía de Tangolunda, una de las nueve maravillas del estado de Oaxaca. Ambos éramos ‘primerizos’ en el lugar.
Aunque son casi seis años de conocernos, este viaje fue un descubrimiento recíproco y permanente. Conocí de primera mano su excelsa filantropía; admiré la fortaleza que le heredó su madre (q.e.p.d); me cautivó la lealtad que es capaz de ofrecer; me enamoré de cada sonrisa; suspiré con ella bajo el cobijo de la luna; la sufrí envuelta en cólera; reconocí la felicidad a su lado y en completa paz…
Ella pudo convivir con la versión poco conocida de un tipo reacio e inexpresivo. Odió mis ronquidos; valoró mi peculiar humor; reafirmó que soy tan sentido como raro; y disfrutó con la alegría con la que un niño vuela un papalote cada una de mis ocurrencias, como manejar ‘a ciegas’ y a toda velocidad la moto acuática.
La llave que nos condujo a un viaje inolvidable fue el atrevimiento. Desde nuestros atuendos en la boda, opuestos a ‘lo recomendado’ y a los que usaron la mayoría de los invitados, hasta dejarnos ‘encantar’ por un lanchero de nombre Zeferino que nos trazó un paseo perfecto, compartió su historia con nosotros y nos sugirió visitar su página de ‘Feibu’…
Fueron cuatro días sin desperdicio. Reímos, bailamos, peleamos, cantamos, pescamos, paseamos, vivimos, bebimos, platicamos, nadamos, descubrimos, snorkeamos, leímos, reflexionamos, vislumbramos, planeamos, soñamos…
“Mira lo que me pasó”, me dijo con voz de niña mimada una mañana cuando el lavabo acumuló el agua y no fue capaz de destaparlo.
Cada detalle lo convertimos en fiesta. No paramos de reír al recordar la anécdota. Éramos dos amigos viviendo un ‘romance’ de amigos.
En otra ocasión, Ana se quemó la piel por exponerse de más al sol, e incluso la búsqueda de algún remedio representó una excelente oportunidad de solidaridad, de complicidad.
“Te sacaste un 10 con estas vacaciones”, me comentó en las últimas horas de nuestra aventura, y fue todo tan imperfecto, que sólo pude coincidir con su apreciación.
Días después, ya de vuelta en nuestras respectivas realidades en la ‘Ciudad de la esperanza’, el novio de la boda a la que asistimos me dijo lo mismo que la mujer que nos recibió en el Hotel Dreams Resorts de Huatulco: “Hacen bonita pareja”…
Esta vez, ya sin ella a mi lado, sólo pude asentir.
DRMO
Para ti, ‘AnaLui’